viernes, 5 de noviembre de 2010

LA VIDA EXAGERADA DE MARTÍN ROMAÑA - ALFREDO BRYCE ECHENIQUE

LECCIONES DE UN SENTIMENTAL IRREMEDIABLE


La entrañable historia de Martín Romaña llegó a mismanos hace muchos años de manera casual. Ciertamente, mi modesto presupuesto de estudiante de secundaria me convirtió, por un tiempo, en una entusiasta lectora de libros prestados. Como aún no definía mis gustos literarios, me conformaba con aceptar la voluntad del prestamista de turno, de quien sospecho, solía prestarme el primer libro que encontraba en su estante. Para suerte mía, aquel día, Martín Romaña se toparía con las manos del prestamista indiferente y dejaría de ser un libro más entre los muchos que apilaban el deshonroso estante del olvido.

Martín Romaña, como ninguna otra criatura novelesca, educó mi adolescencia. La primera lección que me da este sentimental irremediable versa sobre el amor. Pero ¿qué puede enseñar sobre el amor un personaje que aún no logra desentrañar las razones por las que un día su Inés decidió abandonarlo? ¿Qué clase de educación sentimental puede proporcionar un sujeto que dice llegar tarde a todas las edades de la vida? Es simple, a pesar de los exagerados errores en su vida amorosa, Martín Romaña me contagió esa profunda fe en los libros para mejorar y enriquecer las relaciones personales. No olvidemos que, para conquistar a Inés, adhirió a su personalidad toques de Freud, chispazos de Bécquer y retazos de Henry Miller; era como vemos, un amor cultivado que no se limitaba al placer puramente físico sino que lo enriquecía con rituales, situaciones y gestos que lo dignificaban,.

El amor cultivado y sublimado no fue la única lección que Martín Romaña me dejó. Ciertamente, su libro está muy asociado a la risa en todas sus escalas: desde la sonrisa tibia hasta la carcajada rotunda. Los que piensan que su tragedia amorosa es narrada desde un clima invernal, se equivocan. Martín Romaña construye y destruye todo a través de su humor, se ríe de todo y de todos, es un secreto dinamitero del mundo.

Pero la razón fundamental que me llevó a elegir a Martín Romaña como mi personaje favorito fue la enorme semejanza entre él y yo: esa torpeza, esa timidez, esas ganas de "no molestar", y lo más importante, ese hombre que escribe porque quiere comprender, pues hasta el momento es un hombre caído; pero al escribir, al contar lo que ha vivido, logra perdonarse y reconciliarse con el mundo y es que uno está metido en vivencias que no entiende y las empieza a entender cuando las verbaliza, cuando el lenguaje da a los hechos cierto orden.

Seguramente, mi generoso prestamista de libros no entenderá nunca por qué me rehusé a devolverle el libro arguyendo mil excusas, pero leer a Bryce me puso en contacto con sentimientos que ignoraba que tenía, me puso en contacto con mi "otredad", y me niego a aceptar que el libro que tantas enseñanzas me brindó regrese al antiguo estante de la indiferencia.

viernes, 15 de enero de 2010

UNA REFLEXIÓN DE LA PUTA MADRE






Las “malas palabras” siempre fueron para mí un campo interesante para el análisis. En mi familia, decir groserías fue siempre un espacio reservado para mi papá. Si no fuera por sus ajos y cebollas, me hubiera privado de la exquisita experiencia de conocer las múltiples variedades de lisuras que existen en nuestro entorno; palabras que, al fin y al cabo, son las que mejor pueden describir nuestras emociones.

Las lisuras no suelen caer bien en todas partes, pero, cuando uno sabe dónde y cuándo soltarlas, suelen ser fulminantes. El singular Marco Aurelio Denegri solía decir: “un carajo bien puesto vale más que mil palabras o una exposición de ideas.”
Muchas veces he soltado mierdas por doquier, porque “mierda” era la palabra que mejor definía mi estado de ánimo, de ofuscación, de irritación extrema o impotencia. Al fin y al cabo, sería una rareza que persona humana reaccione con etiqueta ante un disgusto.

Pero empecemos con la observación más elemental, la gran mayoría de lisuras conocidas parten de una sola cosa: nuestra fijación por el sexo y las partes sexualizadas del cuerpo. Demando de ustedes un poco de imaginación y memoria para que me den la razón; a guisa de ejemplo tenemos la pendejada, el pendejo y sus variantes (pendejo literalmente significa vello púbico). A medida que continuemos con el análisis seguiremos notando la estrecha relación.



MI PALABRA FAVORITA: DE LA PUTAMADRE

Quiero empezar con esta interjección porque para mí no hay grosería más bella, completa y transgresora como el de la putamadre. Como bien lo explicó el psicoanalista Julio Hevia la conexión entre dos figuras irreconciliables como la maternidad y la prostitución la hace resaltar entre las demás. A partir de esta mixtura se crean nuevas expresiones que tienen siempre acepciones positivas, generalmente se utiliza la expresión putamadre para resaltar la calidad de una cosa: “Este libro es de la putamadre.” Como ven, me parece interesante la idea de relacionar el ideal sublimado de madre con una palabra que denota todo lo contrario: la vida disoluta de una mujer de bragas alegres, idea muy provocadora.

LOS PRODUCTOS DERIVADOS DEL HUEVO:
El huevo, que, obviamente es una referencia directa a los testículos del hombre, también tiene muchas variantes interesantes como huevón o huevear. A partir de esta palabra hemos recreado una serie de significados que podemos ejemplificar a continuación.

“Había un huevo de gente”.

Según la teoría del ya mencionado Hevia, el huevo en este ejemplo remite a un gran número de personas porque el huevo o testículo contiene una multitud en estado potencial (los infinitos espermatozoides).

“No me huevees, pues”.

Huevear podría provenir del movimiento pendular que tienen los testículos cuando se camina., moviéndose de un lado a otro, es decir, meciéndose; y es la palabra precisa para explicar la expresión huevear o hueveo: mecer al otro, pasearlo, distraerlo con tonterías.

“No seas huevón”.


Y bueno, esta flamante teoría sobre la palabra huevón no es de ningún psicoanalista, es una cooperación mía. Si nos seguimos remitiendo a los testículos del varón, debemos entender la función de los testículos como los relegados durante la cópula sexual. En efecto, mientras el pene entra, penetra, socava y tiene la parte más activa en el sexo, los testículos siempre quedan fuera del juego, no logran ingresar, siempre se quedan secundando al pene en su ardorosa tarea colonizadora. Por esta tarea ingrata que cumplen los testículos tienen el significado figurativo de imbéciles o tontos, tal es el significado que la academia de la lengua aceptó finalmente conferir a la palabra huevón de manera figurada.


UNA DE LAS MÁS USADAS: CONCHATUMADRE


Marco Aurelio Denegri en su inolvidable programa sobre las lisuras dio dos acepciones interesantes sobre el significado de la palabra “conchatumadre”. Personalmente, tengo mi favorita, pero empecemos con la primera.

Conchatumadre podría significar, en su primera acepción, el acto agresivo de mandar a alguien a tener sexo con su propia madre, cosa que tendría parangón con el muy mexicano: “chinga a tu madre”. Tener sexo con la madre de uno, literalmente penetrar a nuestra propia madre sería una idea tabú bastante transgresora, impensable y humillante para muchos con una alta carga de agresividad.

La segunda acepción de conchatumadre, explicada por Marco Aurelio Denegri, podría ser el de regresar a alguien a la vagina materna de donde nunca debió haber salido, una forma de maldecir el núcleo de la feminidad materna por el hecho de haber dado vida a un ser despreciable. Y nuevamente nos encontramos con un insulto, por lo demás, original y bien estrucurado. Me quedo con la segunda acepción.

Aquí también debemos remarcar la fuerza de la consonante “ch” como energía sonora a la hora de insultar.

Decir mierda o pendejada no es correcto ni incorrecto, es una decisión libre de una persona culta. La gente inculta no lo es porque diga malas palabras sino porque las buenas, las usa mal. El habla culta también incluye mierda, putamadre y otros términos. La persona no deja de ser culta porque diga carajo, mierda o pendejada. Tampoco una persona inculta deja de ser inculta porque no diga malas palabras.

Yo diré diré algo más: me parecería una falta de cultura imperdonable desconocer el exquisito mosaico de groserías que adornan nuestras expresiones cotidianas pues nos estaríamos perdiendo de una de las manifestaciones humanas más espontáneas y vibrantes que mejor pueden describir una emoción, una angustia, digamos que es el lenguaje fulminante y descriptivo por excelencia.

No se trata de alentar un culto irresponsable por los usos léxicos del lumpen, sino de aprender a ser comprensivos con las formas en que a veces exteriorizamos nuestras emociones, lo cual incluye la posibilidad de que excepcionalmente sazonemos nuestro vocabulario.